Por Óscar Misle

A la escuela le toca revisar cómo es el clima de las relaciones en su interior, cómo se vinculan sus miembros. ¿Estamos formando para la cooperación?, ¿Para la solidaridad?, ¿Se premia al estudiante que ha apoyado a un compañero en dificultades?, ¿Al que ha compartido su merienda? O por el contrario, ¿solo se valora a quién obtiene las mejores calificaciones aunque haya actuado de forma egoísta, indiferente o indolente?

El asunto es que cuando caminas por los pasillos, o pasas por el patio lo que ves y escuchas poco tiene que ver con el cartel de la entrada. Gritos, empujones, palabras ofensivas forman parte del repertorio que deja mucho que desear.

La realidad pone en evidencia que no podemos pretender que un espacio de reconocimiento y puesta en práctica de los valores se genere por arte de magia, especialmente si los métodos pedagógicos que empleamos los contradicen.

El maestro dedica 80% del tiempo dictando clases. No queda tiempo para lo social y emocional. Una escuela que solo valora lo cognoscitivo está educando a un ser humano segmentado; no lo está formando para que se desarrolle integralmente. No está formando al ciudadano que aprende a convivir, a discutir, argumentar, discernir, dialogar, acordar.

Valores para convivir

Darle contenido a los valores. Creando oportunidades y posibilidades para la definición conjunta y compartida de lo que significa la paz, el respeto, tolerancia, solidaridad, cooperación. Para que no se confunda paz con pasividad, respeto con sumisión, tolerancia con resignación, solidaridad con complicidad, cooperación con oportunismo.

No bastan las buenas intenciones. Se puede ser muy hábil y creativo para la promulgación de los valores seleccionando nombres con alto impacto publicitario, juramentando grupos y haciendo anuncios que muchas veces no pasan de ser iniciativas que no logran abordar y transformar los problemas sustancialmente.

Las normas de cortesía parecieran pasadas de moda. Se malentendió lo que significa el empoderamiento ciudadano. Dar las gracias, responder y dar los buenos días, pedir disculpas se consideran actitudes serviles que se sustentan en el resentimiento. Se hace un mal uso del espacio público, se agrede el ambiente con la basura y se suma la hostilidad entre las personas que deben hacer cola para comprar productos de la cesta básica, gasolina…

La crispación social por inseguridad y alto costo de la vida genera reacciones adversas propias de la sobrevivencia que poco tienen que ver con los valores que proclamamos. Son como campanas de bronce, suenan duro pero están vacías de contenido práctico.

Los ejemplos dicen mucho más que los discursos. Se habla de paz y se ofende. Se habla de respeto y tolerancia y se excluye. Las contradicciones entre lo que se dice y se hace generan rabia y sensación de impotencia. Esta forma de relacionarse va la escuela y se expresa en la convivencia.

Escuelas con calor humano. La escuela debe constituir un espacio con un clima social amigable, en el que exista calor humano, donde los estudiantes y docentes se sientan a gusto, en el que las familias se sientan cercanas. Eso constituirá un sistema inmunológico social para prevenir la violencia cuando se haga presente.

La palabra creadora y sanadora. El establecimiento de mecanismos de comunicación asertiva y respetuosa entre docentes-padres, docentes-docentes, directivos-docentes, autoridades-directivos, sistema de protección-comunidad educativa; constituye un recurso fundamental para la creación de comunidad.

Establecer pautas de relación, respeto a la diversidad, cooperación, autonomía donde todos, incluyendo los estudiantes, debemos desaprender para poder aprender a convivir. De ahí que insistamos en que los manuales de convivencia son medios, no son el fin. Pueden ser un recurso valioso, un paso fundamental; pero debemos apuntar a un proceso, un proyecto de convivencia escolar relacionado con el Proyecto Educativo de cada centro, donde se entienda que si no se genera un ambiente de una convivencia sana, estimulante y respetuosa, las escuelas no podrán ser espacios para el aprendizaje y la formación ciudadana.

Formar para la cooperación. Queremos insistir en que los centros educativos son espacios por excelencia para aprender a trabajar y a convivir con los otros. Y solo se puede aprender desde un espacio donde se promueva y valore el trabajo grupal, la solidaridad y la cooperación. Una escuela donde el personal directivo y docente trabajan en equipo y en forma colaborativa será la forma más convincente de mostrar una visión y posición ante la vida.

Hasta la próxima resonancia.

Caraota Digital

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