Franklin estudia en el liceo que queda en la avenida intercomunal. Tiene la suerte de que se puede ir a pie y no depende del transporte que en estos tiempos se ha convertido en un lujo. A Carmen su mamá le tranquiliza ver que salga para el liceo. Tuvo que hacer un gran sacrificio para comprarle el uniforme; pero hace todo lo posible para que no se quede en la calle y sea alguien de bien.
La sorpresa fue mayúscula el viernes que se encontró en la parada con Marina, la orientadora del liceo, quien le reclamó no haber asistido a pesar de las varias citaciones que le enviaron. Carmen, se quedó en el sitio y le dijo que no sabía de qué le estaba hablando. “Entonces Franklin no te entregó las notificaciones. Claro, es que tiene siete materias raspadas. Nunca entra a clases. Se la pasa jugando cartas con un grupo de estudiantes en el patio trasero del liceo y a veces con estudiantes y muchachos de la comunidad en las afueras del plantel”
Durante los dos últimos años escolares hemos venido recibiendo alertas por parte de docentes y orientadores sobre el fenómeno del juego de cartas en centros educativos; en otros contextos puede presentarse el fenómeno de apuestas on line.
Cuando pensamos en adicciones lo primero que nos viene a la cabeza son las que se producen con sustancias (drogas, cigarrillos, alcohol); pero no las que se pueden producir sin una sustancia (al juego, video juegos, pornografía…).
Las primeras son las más conocidas pues sus efectos han sido devastadores, basta contar solo el alcohol y cigarrillo (dos drogas lícitas que han causado millones de muertes en el mundo. Las segundas, sin sustancia, han sido menos investigadas y atendidas; pero en la última década ha aumentado el interés por entender y trabajar con las mismas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adicción es una enfermedad física y psicoemocional que crea una dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación. Es progresiva y fatal, caracterizada por episodios continuos de descontrol, distorsiones del pensamiento y negación ante la enfermedad.
Las adicciones sin sustancias son más aceptadas: “Yo prefiero que mi hijo juegue y no que sea un drogadicto” “Es mejor que se la pase frente a una computadora y no bebiendo licor”
La crisis social y económica golpea a toda la población; pero a los adolescentes les asfixia la sensación de no tener presente, menos futuro. La idea de obtener salida por una vía rápida se convierte en alternativa. Una generación que nace entre ajiley, lotería de animalitos, vende pagas… Los juegos de envite y azar se vuelven una tentación; más en una cultura donde los adultos nos podemos sentir identificados: “No te niego que a mí me gusta apostar, es mi dinero y no se lo robo a nadie” “Un casino para mi es como el paraíso en la tierra” “Estar en la vende-paga me quita el estrés”
Es más complicado decirle al hijo adolescente que no apueste si para mi es una actividad habitual.
El hecho es que cualquier actividad que le genere a nuestro hijo dependencia, que afecte su vida social, que entorpezca sus relaciones y compromisos, afecte su sueño, salud, requiere toda nuestra atención. El juego deja de ser una actividad recreativa para convertirse en una ludopatía.
¿Qué podemos hacer con estas adicciones?
Como factores de protección podemos destacar:
- Familiares y adultos que sean referentes de salud para los hijos (salud emocional, física, social…).
- Un estilo educativo y de comunicación justo y directo.
- Establecer normas y límites. (Proceso de negociación en la adolescencia).
A nuestros muchachos les está tocando muy difícil. Debemos acompañarlos para que encuentren razones por las que valga la pena vivir y esforzarse. Hay que dejar claro que las personas que se drogan o que repiten conductas potencialmente adictivas, consumen, o actúan, buscando un placer o para evitar un dolor. Si como adultos no escuchamos con respeto y atención esos motivos, ellos no estarán dispuestos a escuchar las buenas razones que tenemos para que eviten los peligros de determinadas conductas.
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