Es triste tener que aceptar que, en vez de vivir en un cuento de hadas, en donde las personas tienen los mejores recuerdos de su vida, nosotros, la mayoría de los niños venezolanos de esta época vivimos en un cuento de terror, en donde lo más elemental como los derechos humanos no existen, porque llegar a comernos una chupeta puede ser el sueño dorado de un niño y ver morir a un hermano venezolano por falta de atención médica o tratamientos es una realidad.

Es tiste, ver a mi vecina llorar por no tener que darle de comer a sus hijos o asomarme por la ventana de mi habitación y ver como los niños se pelean por comer de la basura.

También es triste darme cuenta de la cara de tristeza de mis abuelitos cuando cobran su pensión y no les alcanza ni para sus medicamentos, después de haber dado lo mejor de ellos por nuestro país. Ver como cada día están más delgados y su ropita les queda grande.

Pero, el dolor más grande que siente mi corazón es tener que dejar mi colegio de toda la vida; extraño al señor de la cantina, esa rampa por la que corría todas las mañanas, mis amigos, mis profesoras, la tarima en donde cantaba con mis amigas, la cancha. Tener que dejar mi colegio es una de las experiencias más difíciles que me ha tocado vivir. Porque no es solo un colegio, es mi vida entera. ¡Debo ser fuerte! porque sé que mis papas ya no pueden pagarlo. Saber que son profesionales, trabajan día a día y su sueldo les alcanza apenas para medio cartón de huevos, eso los hace mis héroes porque en mi casa nunca falta de comer.

Ya se acerca navidad, días QUE se hacen tristes e interminables. Visitar a mi bisabuela ya no es posible, no lo contemplamos como parte de la navidad, ya su casa no se llena de familia como toda la vida. Hoy la soledad reina en su hogar. El bisabuelo se fue al cielo, mi tío rafa murió por falta de tratamientos, a mi prima Amelia tengo ya 5 años sin, verla según su papá se fueron del país porque aquí no existen los derechos humanos y él quiere un mejor futuro para ella.

Ahora quiero contarles el otro lado de mi familia, el abuelo Juan y la abuelita Loli, nos cuidan desde el cielo. Siempre pasábamos una parte de la navidad en su casa. Este año será más triste que ningún otro, ya mis primas Camila, Manuela y sus papás se fueron, al igual que mi tío José. Ahora quedamos nosotros y la tía Ana, que de seguro terminará por partir. Mi mami siempre dice que lo mas importante es que nuestra familia nunca se separe y que Dios nos de salud.

En ocasiones sueño con esa Venezuela que cuentan mis padres, una muy diferente a la que vivimos ahora. La gente era feliz, las familias se reunían a celebrar, la comida no faltaba en las mesas, podíamos dar y recibir muchos regalos, pero, sobre todo, las familias no tenían que separase.

Pedirle al niño Jesús, que haga realidad toda y cada una de las oraciones de los hogares venezolanos, para que este año aparte de salud, se respeten los derechos humanos en nuestro país, solo eso, para finalmente poder vivir en paz y en unión.

 

 Tercer lugar – Primer concurso Relatos Breves CDN / María José Guzmán Núñez

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