Montse Esquerda y Claudia Gilart expresan que niño y muerte parecen palabras antagónicas en nuestra sociedad. Hablar de la muerte a los niños o hablar de la muerte de niños es un tema difícil en una cultura como la nuestra, en que muerte y sufrimiento se han convertido en los nuevos tabúes modernos.

Mientras leía este interesante documento sobre el duelo en los niños que tocó a la puerta de mi email y que ciertamente genera escozor en la boca del estómago dos eventos me reforzaron su pertinencia.

Derecho a la vida en reversa
Los pediatras Enriqueta Sileo y Huniades Urbina, miembros de la Academia Nacional de Medicina presentaron un informe en Cecodap de como en 2018 persistieron las enfermedades inmunoprevenibles; es decir, aquellas que pueden ser evitables a través de políticas de vacunación. Mostraron como, por solo citar una de las endemias, la mortalidad por difteria aumentó en 45,63% al comparar con 2017. El año 2018 fue el de peor impacto de la epidemia de difteria en Venezuela; por ejemplo en la semana epidemiológica #31 de 2019 se notificaron 2.956 casos sospechosos (1.208 en 2018 y 384 en 2019).

Otro dato importante del informe es la caída de 3,5 años en la esperanza de vida del venezolano, tal como advierte la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi).

Días antes Prepara Familia denunció ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos “el incremento del deterioro de las condiciones del principal hospital pediátrico del país. «Ha bajado el número de camas operativas, continuamos sin mantenimiento preventivo ni correctivo de los equipos, sin reactivos para los laboratorios. También mencionamos la migración de médicos y enfermeras y el bajo salario que percibe el personal», según pudimos leer en Efecto Cocuyo.

Se puede corroborar como el Estado se ha desentendido de las medidas urgentes que se deben tomar para revertir esta situación tal como describe Carlos Trapani coordinador general de Cecodap.

Es evidente que estamos en una sociedad donde los niños se mueren injustificadamente a causa de enfermedades prevenibles.

¿Sufren los niños?
“En torno a los niños hemos creado el mito de que ellos “sufren menos”, que se dan menos cuenta de los procesos de enfermedad, dolor y sufrimiento, y a menudo escuchamos frases hechas como éstas: “lo niños se adaptan a todo”, “por suerte, los pequeños no se dan cuenta”, “con un poco de tiempo se olvidarán” o “si los distraemos no sufrirán”, expresan Esquerda y Gilart.

Mientras me sacude las frases hechas que forman parte de mi imaginario y mis propios mecanismos de defensa la autora me lleva a aguas profundas: “El niño o adolescente que ha sido educado evitando la muerte, cuando llega la pérdida, se encuentra como un náufrago en medio no solo del dolor sino también de la incertidumbre y muchas veces de la soledad. Si hay algo peor que el sufrimiento, es el sufrimiento vivido de una manera aislada y excluyente”

¿No somos acaso una sociedad de niños y adolescentes náufragos que padecen solos y en silencio? Si no qué decir de los 20 mil huérfanos por la violencia que le arrebató a alguno de los padres; 840 mil niños o adolescentes que crecen en el país sin los padres que debieron migrar por la situación económica.

Hay que hablar de la muerte
No cabe duda de que los niños de nuestro país tienen contacto con la muerte; pero también está presente en los cuentos que leen, programas de televisión, películas, video juegos. Por lo tanto deberíamos poder hablar de un hecho que nos acompaña considerando su edad, nivel de desarrollo. No hacerlo por sobreprotegerlos los deja desprotegidos.

Pero es común escuchar a familiares expresar que los niños que sufrieron una pérdida no la sienten o que los adolescentes parecieran indolentes. Al respecto las autoras destacan: “Las manifestaciones del niño en duelo son más variadas que en el adulto y no siempre son directas. Con mucha frecuencia los niños alternan periodos de absoluta normalidad con momentos de gran desesperanza o tardan meses en expresarlo y cuando lo hacen es en forma conductual”.

Les cuesta poner en palabras lo que están sintiendo y es más probable que lo puedan expresar a través de su comportamiento o por la somatización. Los momentos que vivimos han incrementado las pérdidas y duelos en nuestros niños; como familias y sociedad tenemos que saber que sufren y necesitan nuestro acompañamiento.

Efecto Cocuyo

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