Fuente original: Efecto Cocuyo / Opinión Fernando Pereira
La Asamblea Nacional (AN) sancionó la Ley de Participación Estudiantil en el Subsistema de Educación Básica, para promover y desarrollar los medios para la participación protagónica de los estudiantes. De acuerdo con el órgano legislativo, «esta norma profundiza la inclusión a través de la democracia participativa y protagónica dentro de las escuelas, para impulsar las vocerías que existen en las instituciones educativas, además legitimar los procesos de elección que se desarrollan en las aulas por votos democráticos».
Apenas se produjo el anuncio se generó un debate público por lo sensible del tema. El temor a la manipulación llevó a posturas extremas negando este derecho humano consagrado en la propia Convención sobre los Derechos del Niño. La Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente, que entró en vigencia en el 2000, contempla el derecho a ser oídos, expresar sus opiniones, reunirse, asociarse, organizarse, elegir sus representantes, manifestar pacíficamente e incluso sindicalizarse. Son, sin duda, el conjunto de derechos humanos consagrados pero donde los niños, niñas y adolescentes encuentran más resistencias para poder ejercer.
El rol de los adultos
Como derecho humano no se puede cuestionar; lo que se puede tener es reservas sobre el papel de los adultos que desde los centros educativos, instituciones públicas o partidos políticos utilicen este recurso para adoctrinar y no para formar.
Desde las organizaciones educativas y civiles hacemos énfasis en que prevalezca una actitud de respeto al proceso evolutivo de los niños y adolescentes; posibilitar que se formen una idea propia; se expresen y opinen libremente; puedan desarrollar un pensamiento crítico contrastando opciones, a disentir con los formadores, con confianza en sus capacidades, entendiendo que la duda, el error y el cambio de visiones forma parte del proceso de aprendizaje.
Los niños y adolescentes tienen derecho a participar en los asuntos que le conciernen y afectan, pero jamás a ser inducidos y presionados a seguir un pensamiento único reproduciendo modelos de participación impuestos por el modelo adulto céntrico de una organización partidista.
El testimonio de Francelia
Francelia Ruiz, una activista de derechos humanos y coordinadora de proyectos de la organización CONVITE, cuenta como desde niña tuvo el sueño de ser Presidenta de Venezuela y la importancia de que la infancia y adolescencia tengan espacios para opinar. «En 1995, cuando todavía tenía 9, tuve el inmenso honor de jugar a ser diputada o senadora y sentarme en las sillas de los parlamentarios bajo el techo del hemiciclo protocolar del Congreso de la República. Ese día decidí que quería ser Presidenta de este país, estaba- y aún lo estoy- convencida de la necesidad que tiene Venezuela de un presidente cuyo plan de gobierno incluya como prioridad la ejecución de políticas efectivas de atención a la niñez y adolescencia entendiendo que los niños son la semilla de la sociedad de los hombres y mujeres que queremos».
Ella reconoce que su vocación de servicio público se originó en su escuela, en las actividades en las que participó con estudiantes de otros centros educativos para la promoción de los derechos de la niñez. «En estos momentos hay que repensar la ciudadanía, la política, la democracia y el poder, invitando a los niños a incorporarse en estos procesos de deconstrucción de esos principios de ciudadanía que se basaban en que ser ciudadano es participar para elegir en los procesos electorales. Los niños son sujetos plenos de derechos, ciudadanos activos de la sociedad que deben participar en el debate público y en los espacios de incidencia. La realidad nos invita a innovar con mecanismos disruptivos de participación ciudadana que incluyan a estos grupos de la población de forma diferenciada. Los niños son un semillero, con necesidades que deben ser atendidas en hoy, abandonando la concepción del niño como futuro, son presente. Los invito a innovar incorporándolos en los mecanismos de debate para la construcción de un tejido social y con la creación de canales innovadores para la incidencia pública tanto nacional como internacional».
Los niños deben aprender a relacionarse con el poder para ser reconocidos como sujetos plenos de derecho. Invito a revisar las lecciones aprendidas con los mecanismos de organización de experiencias exitosas, sostiene Francelia, politóloga egresada de la UCV.
Apostamos a la participación estudiantil y al acompañamiento activo y crítico de las familias, docentes, sociedad en general y de los propios niños y adolescentes.
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