Mi nombre es José Manuel, tengo 11 años y mi historia comienza en mi propia casa, como todas las historias de la vida, en la familia. Mis padres siempre me pegaban, cuando me portaba mal, cuando no hacía caso, incluso, en ocasiones sin motivo alguno me querían golpear, con la mano, o con otras cosas. Mis padres se desahogaban conmigo.
Sus problemas con otros o el no poder comprar para la casa lo que querían, les generaba rabia y yo era su forma de drenar. En una oportunidad pensé que, para vivir así, siendo golpeado por quienes debían quererme más y protegerme, era mejor morir. Aunque sabía que esa decisión seria el fin de mi vida, fue una idea que tuve en algún momento.
Un día supe que había una ley que prohibía que mis padres me trataran así aunque fueran mis padres, porque investigue en internet y averigüe de que se trataba, porque así quizás no debía morir. Se llama la Convención, en ese librito, dice que nadie debe pegarme, por ninguna razón, ni siquiera porque me porté mal y dice también que debe existir sitios especiales para yo ir a pedir ayuda.
Un día fui a ese sitio, donde conté lo que me pasaba en la casa y mis padres fueron llevados a la cárcel, por hacer lo que hacían. Al principio estuve feliz porque ya no se desahogarían conmigo, porque aprenderían que no era necesario golpearme y menos ellos que son quienes me deben cuidar más. Era como una venganza para que sintieran lo que yo sentí.
Pero luego, ya no me sentía bien, porque no los tenía, y yo los necesitaba. Los amaba porque eran mis padres. Porque los niños y niñas necesitan su familia, porque si no pierden su derecho a la educación, o al aprendizaje. Entonces me puse a pensar, como debería ser la cosa. Porque no quiero que me peguen, pero tampoco quiero que les hagan daño.
Llegué a una conclusión: Creo que lo que se debe hacer, es que, a cada padre o madre, se le capacite. Se debe explicar a los padres y madres lo que sienten los niños, el daño que les genera recibir maltratos de ellos, lo que ellos pueden llegar a pensar al ser tanto tiempo agredidos. También deben decirles cómo es la forma correcta de tratar a los niños, porque hay personas que maltratan a sus hijos porque no saben cómo tratarlos bien.
Esto evitaría que los niños sean maltratados, provocaría que los niños y niñas sean tratados como se debe, creciendo felices y aprendiendo a tratar a los niños, para cuando ellos sean padres.
La Convención es un librito azul que me regalaron y que dice que los países del mundo deben cumplir lo que allí dice, son los derechos de todos los niños y niñas del mundo. En mi país hay otra ley que también dice eso, se llama Lopnna, esta se conoce mucho más, pero se le hace poco caso.
A mí las dos me enseñaron que tengo derecho a la Integridad Personal y eso significa que no me pueden maltratar, ni gritar, ni ofender, que no me pueden hablar mal de otros para que yo me sienta triste o confundido y además que tengo derecho a ser educado y criado con amor, solidaridad y empatía, es decir, mi mamá y mi papá deben tratarme como lo más importante en sus vida como ellos quisieran ser tratados, para crecer feliz, pero eso mismo debe pasar en mi escuela, con mis maestros, con mis tíos, mis abuelos. Todos deben saber que no soy un objeto, como pasa con las mujeres, que no sé porque pasa, pero pasa, a ellas también las tratan como objeto y las maltratan, deben saber que soy una persona y que deben respetarme. Esta fue mi historia, que espero cambie y que no se repita en más niños de mi país. Por cierto, ya estoy bien.
Mención especial – Primer concurso Relatos Breves CDN / Noel Hermoso
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