“Si hay discriminación en esta escuela y, por supuesto, exclusión. Existe mucha competencia entre los estudiantes. Con frecuencia escuchas: “Chamo, ya es hora de que te cambies esos zapatos” “Es morral es chimbo” El hecho es que la situación económica ha generado una variante del bullying que es meterse con los compañeros por la forma en que se visten, por lo que comen, lo que pueden comprar” Gabriela, maestra de 5° grado.
En los centros educativos, los niños y adolescentes con frecuencia muestran intolerancia a los que son diferentes o “raros” por su condición o apariencia física, intelectual, preferencia o comportamiento sexual, religión…
Esto convierte a los rechazados en blanco de burlas, exclusiones y humillaciones. La forma de manifestar su intolerancia a la diversidad se expresa de manera explícita con palabras o agresiones físicas o con gestos y símbolos.
En el caso de las niñas y los niños las agresiones por diferencia de género y por las representaciones sociales que se tiene de los comportamientos masculinos o femeninos, favorece que estos reproduzcan creencias que perpetúan el uso del poder físico o emocional para humillar, agredir o descalificar a los del sexo opuesto o del mismo sexo.
Ya en la adolescencia, es propio constituir pequeños grupos que manejan códigos comunes en su forma de pensar, sentir, vestirse, preferencias musicales, intereses o estatus social. En un mismo salón pueden coexistir varios grupos. El problema es que la convivencia se ve afectada si estas diferencias se traducen en ofensas, agresiones físicas, o hace que se autoexcluyan y no participen en las actividades generales, y saboteen al resto del salón.
Coincidimos con Horacio Maldonado cuando afirma que la anulación física o simbólica del otro siempre genera violencia. Por eso, como educadores y familias debemos estar pendientes de identificar cuáles son las razones o las causas por las que se están dando determinados comportamientos. ¿Es un solo estudiante? ¿Un grupito? ¿O toda el aula?
¿Lo normal es ser diferentes?
Esta pregunta quedaría más para una campaña de sensibilización porque, en la práctica del quehacer educativo, ser diferentes es motivo para agredir o ser agredido. Insistimos en que uno de los principales retos de la educación en el mundo actual tiene que ver con la formación para la diversidad.
Se han roto barreras y patrones debido a la globalización, programas por cable, videojuegos, el Internet y todo el cúmulo de información que se difunde; sin embargo, están surgiendo nuevas formas de resistencia cultural: nacionalismos, fundamentalismos religiosos, étnicos y políticos que nuevamente apuntan a pensar que se debe educar en un pensamiento único y una sola forma de ver el mundo.
¿Qué dice nuestra legislación?
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su artículo 102, establece que la educación es un servicio público y está fundamentada en el respeto a todas las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar el potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una sociedad democrática.
El artículo 19 indica también: “El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos”.
La no discriminación es un principio reconocido en los pactos y tratados internacionales en materia de Derechos Humanos y en la legislación venezolana. Al respecto, el artículo 21 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece:
“Todas las personas son iguales ante la ley; en consecuencia, no se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona”.
Si está tan claro el mandato de nuestra Constitución, ¿por qué tanta resistencia para darle vida en la práctica? La discriminación sigue siendo una realidad en los centros educativos. Pudiera dar la impresión de que es un término fuerte o desproporcionado, pero, según el diccionario, discriminar es el trato diferente y perjudicial que se da a una persona por motivos de raza, sexo, ideas políticas, religión, etc.
Habría que agregar por su orientación sexual, situación económica, lugar de nacimiento… Un listado que seguramente es más largo de lo que imaginamos. Una discriminación que en lo cotidiano se traduce en exclusión, rechazo, prejuicios y creencias que afectan la convivencia.
Hasta la próxima resonancia
Por Óscar Misle
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