Por Fernando Pereira
El caso de Dayke Hardman, adolescente de 12 años, que se suicidó en Estados Unidos ha conmovido a buena parte del mundo. Las imágenes publicadas por la familia y las interrogantes de la madre sobre cómo puede ser tanto el dolor, para que su hijo decidiera que no podía lidiar con el dolor que lo envolvía.
“A mi nieto le dicen gordo, estúpido y a cada rato lo tumban al piso. Él no es un bebé, tiene 10 años y parece que tuviera 13. Es más corpulento que los demás y no se defiende. Le digo: – ¿por qué no te defiendes? Y él me dice: – No me gusta pelear. Y los otros niños le dicen que parece una niñita» cuenta Yamilet.
El bullying no ocurre solo en el país del Norte. El nieto de Yamilet estudia en Caracas. Hay que comprender lo que le pasa a las víctimas de bullying. Puede ser que lo permitan porque:
• Los toma por sorpresa. No lo identifican como violencia.
• No saben cómo poner límites y defenderse. Tienen rabia, vergüenza y culpa por ser como son.
• Se sienten cobardes e incapaces de reaccionar.
• El miedo los paraliza. La persona que los acosa ejerce mucho poder sobre ellos y además cuenta con el apoyo de un grupo.
• Se sienten merecedores por ser como son.
• Se sienten solos, aislados y no cuentan con un grupo que los proteja.
• No saben con quién hablar y dudan si vale la pena, para no ser calificados como “sapos”, chismosos.
• Puede ser una forma de sentirse aceptado por el grupo.
Hay un perfil de la víctima pasiva que es el estereotipo más extendido, no se defienden, no lo comunican. Existe la víctima provocadora, por una parte angustiada y por otra agresiva. Tienen dificultades para mantener relaciones sociales y el grupo manifiesta que provoca el acoso.
¿Qué hacer como familia cuando sus hijos son acosados presencial o virtualmente?
• Estar atentos a las señales físicas o emocionales que nos estén mostrando. Muchas veces es un llamado de auxilio en medio de su dolor y confusión. Estar atento al síndrome del domingo por la tarde, cuando se resisten o incluso se enferman al pensar que deben ir a clases el lunes; a reincorporarse después de un período festivo; que repentinamente pierden el interés por estudiar; piden que lo cambiemos de escuela.
• Actuar cuanto antes para que los hijos no sigan sometidos a una situación tan dolorosa e indignante. Es importante lograr su confianza y que sientan comprensión, intentando que cuenten lo que está sucediendo. Lo que más necesitan es sentirse escuchados y acompañados.
• Reforzar su autonomía. No es conveniente tratar de solucionarlo como padres, los adultos, excluyéndolos y que puedan sentir que son incapaces de asumir lo vivido, participar y opinar.
• No tienen la culpa de lo que les está pasando. Ninguna condición justifica el acoso. Se deben acordar y negociar los pasos a dar para solucionar la situación.
• No descalificar lo que les está ocurriendo. Se debe evitar hacerles sentir que lo que les ocurre no es importante («eso siempre ha pasado», “son cosas de muchachos”, “cuando tengas mi edad verás las cosas diferentes y solo quedará el recuerdo”).
• No echarle toda la culpa al centro educativo o a los educadores y orientadores. En el acoso escolar intervienen múltiples factores que hay que identificar y abordar en la familia, centro educativo y entorno social.
• No tomar la justicia por las propias manos enfrentándose con los estudiantes que acosan y sus familiares. Este tipo de procedimientos complica más la convivencia.
• Animarlos a que cuenten lo sucedido. En un lugar tranquilo e íntimo preguntarles lo ocurrido, sin alterarnos y evitando expresiones y actitudes dramáticas. Es necesario indagar lo que ocurrió, quién estaba implicado, dónde ocurrió, cuándo y si hubo testigos de lo sucedido.
• Escucharlos sin juzgar. Puede que sientan temor de comunicar lo que están pasando, por miedo a nuestra reacción.
• Apoyarlos y aceptarlos. Es muy importante que se sientan apoyados y aceptados contando con el soporte emocional que les permita recuperar la confianza en sí mismos y en los demás.
• Acordar la estrategia para enfrentar el acoso. Puede ser que al contar lo sucedido, en un espacio tranquilo y protegido, se sientan más serenos, confiados y piensen que pueden resolverlo por sí mismos; hablando con sus compañeros, con un profesor con el que tengan más confianza o inclusive con quienes los agreden.
• Mantener contacto con el centro educativo. Comunicar lo que está sucediendo, siempre con el acuerdo de nuestro hijo o hija, para que se dicten las medidas más justas y convenientes.
• Actuar. Cuando se dice actuar, se refiere a contactar a la persona adecuada (personal directivo, docente, de protección u orientación) para dar a conocer la situación. Lo ideal es solicitar el apoyo del centro para que conjuntamente se pueda intervenir y evitar que las situaciones se sigan dando.
• Evitar victimizar. Si bien es cierto que por ser acosado es víctima y apoyarlo para que supere esta circunstancia, no es conveniente sobreproteger o reforzar los sentimientos de minusvalía emocional.
• Buscar apoyo. De no contar con las herramientas para apoyarlo, es importante buscar asesoría profesional.
Efecto Cocuyo
Comentarios recientes