Fernando Pereira | @cecodap | @fernanpereirav
En el último mes me han contactado tres familias, de distintos estados del país, para plantear la situación de sus hijos recién graduados de bachilleres. No quieren estudiar aquí, solo se plantean la opción de hacerlo en otro país, pero las familias no cuentan con los recursos y dependen de la tramitación de una beca que no es algo sencillo.
El ingreso a las universidades no ha sido tema fácil para resolver en la adolescencia, pero esta realidad se ha complejizado para los adolescentes de la generación de la emergencia humanitaria. Muchos adolescentes han perdido el interés por estudiar. No le ven sentido a hacerlo para ejercer una profesión sin mercado de trabajo o para morir de mengua como los profesores, enfermeras y médicos que ven a su alrededor. Un amplio grupo de ellos deben, a la brevedad, buscar los medios para sobrevivir.
Otros se niegan a incorporarse a las universidades nacionales que están en cuidados intensivos. La Encuesta del Observatorio de Universidades sobre condiciones de vida de la población universitaria 2021 indica que el 30% de los docentes universitarios tiene ingresos de 1 a 10 dólares mensuales. El profesor Leonardo Carvajal señala que uno de cada dos estudiantes ha abandonado sus estudios desde que comenzó la pandemia, principalmente por la situación económica.
La posibilidad de migrar a otro país constituye para muchos adolescentes la única salida. La pandemia por el coronavirus hizo cuesta arriba esa opción. Se profundizó su desesperación por las dificultades y prohibiciones temporales para viajar a otros países. Adicionalmente se incrementaron los costos de los aranceles tributarios para expedir o renovar los pasaportes, requisito indispensable para viajar al exterior. Sienten la frustración de ver que es imposible esta posibilidad, por el impacto producido por el coronavirus en el ámbito político, económico y social.
¿Cómo apoyar a los adolescentes en estos momentos?
Acompañar desde nuestra experiencia. Como adultos nuestro papel fundamental es acompañarlos en el viaje de construcción de su vida y de quienes quieren ser. En los tiempos actuales el mayor esfuerzo debe ser en animarlos, a pesar de las circunstancias, a seguir adelante, a mantener la esperanza, a saber, que a pesar de las dificultades hay que proseguir. Lo que no se vale es bloquearle las alternativas y sueños.
Realizar actividades exploratorias. Puede pasar que a un estudiante que le va bien en matemática piense que la ingeniería o la administración son sus alternativas. Sin embargo, en su trabajo de campo descubre, en su contacto con las comunidades, su vocación por lo social y que le atrae la sociología, las ciencias políticas, estadísticas o el derecho.
Identificar otras alternativas. No se puede dejar de considerar a ese contingente de estudiantes a quienes se les dificulta entrar a la educación superior, bien porque no les interesa, o porque no cumplen con los requisitos exigidos. También hay quienes logran entrar, pero se les hace cuesta arriba cumplir con las exigencias académicas. Esta frustración plantea la necesidad de buscar otras alternativas, no necesariamente académicas, que le permitan a la persona desarrollar habilidades, destrezas y adquirir conocimientos que la preparen para optar por un trabajo en el que pueda encontrar rutas para su realización personal y profesional.
Vencer prejuicios. Muchos diseñadores de moda, chefs, deportistas, numerosos comerciantes, empresarios, así como también músicos, cineastas, actores, pintores, poetas, escritores y educadores exitosos, tuvieron que luchar contra la resistencia de sus familias quienes les advertían que esas carreras u oficios podían ser segundas o terceras opciones, una vez que tuvieran una carrera “seria y productiva”. Podían ser “pasatiempos” pero no prioridad en su proyecto de vida. De hecho, muchos adolescentes estudiaron otras carreras por presión social, pero su atracción por esas ocupaciones “poco productivas” a la larga se impusieron y tomaron el timón de sus vidas.
Impulsar iniciativas innovadoras. Muchos adolescentes descubren sus habilidades para el comercio y las negociaciones a través de actividades laborales, que posibilitan poner en práctica su talento para relacionarse y generar recursos, ideas, propuestas innovadoras que los convierten en exitosos. Muchachos que no están contaminados por convencionalismos, sino que rompen paradigmas. Un ejemplo de ello, son aquellos adolescentes que logran incursionar en el mundo del desarrollo de programas de computación, animación digital, planes vacacionales, redes sociales. Un mundo donde influencers, gamers, youtubers, coachssustituyen a las profesiones sinónimo de éxito que conocimos nuestras generaciones.
Si nuestros hijos van tras lo que les apasiona están condenados a ser exitosos y felices. El reto es que puedan contactar con ello y esforzarse para hacerlo realidad, a pesar de las duras circunstancias.
Efecto Cocuyo
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