La pandemia de COVID-19 ha suscitado una gran preocupación por la salud mental de una generación de niños y niñas. Sin embargo, puede que la pandemia represente solo la punta del iceberg de la salud mental, un iceberg que hemos pasado por alto durante demasiado tiempo. Por esta razón, Unicef elaboró un informe regional para revisar la situación de la salud mental de los niños, niñas y adolescentes (NNA)  y jóvenes en América Latina y el Caribe.

El Estado Mundial de la Infancia 2021 de Unicef se centra en los factores de riesgo y protección en momentos decisivos de la vida y analiza los determinantes sociales que configuran la salud mental y el bienestar.

Asimismo, en el informe se hace un llamamiento al compromiso, la comunicación y la acción como elementos fundamentales de un enfoque integral para promover la buena salud mental de cada niño, proteger a los niños vulnerables y cuidar a los que se enfrentan a los mayores obstáculos.

Los investigadores aseguran que a pesar de las inversiones de los gobiernos y las sociedades en la promoción, la protección y el cuidado de la salud mental de los NNA y sus cuidadores los esfuerzos han sido insuficientes. » Una de las razones fundamentales que impiden a nuestras sociedades responder a las necesidades de salud mental de los niños y niñas, las y los adolescentes y los cuidadores es la falta de liderazgo y compromiso. Es necesario que los dirigentes mundiales y nacionales y una amplia variedad de partes interesadas suscriban un compromiso (principalmente económico) que refleje la importancia de los factores sociales, entre otros, con miras a fijar una serie de metas en materia de salud mental», señala el documento.

Para Unicef también es importante como línea de acción la comunicación. La organización internacional es firme al indicar que se debe poner fin al estigma y silencio entorno a la salud mental; así como tomar en cuenta la opinión de aquellos que han sufrido trastornos de salud mental. «Si no se les escucha y no se promueve su participación y su compromiso, no será posible desarrollar iniciativas y programas relevantes en materia de salud mental», apunte el informe.

Hablemos de cifras

Uno de los datos presentados en el informe es el relacionado a prevalencia de los trastornos mentales en 2019. Los analistas de Unicef aseguran que casi 16 millones de adolescentes de 10 a 19 años viven con un trastorno mental en América Latina y el Caribe (ALC). En Venezuela, de acuerdo con el estudio regional, son 716.988 de NNA que viven con trastornos mentales, aproximadamente. El dato nos ubica en el sexto lugar de la región con más población infantil con trastornos mentales. Los diez primeros países en este cuadro son:

  • Brasil: 5.617.833 (17,1%)
  • México: 2.664.151 (12,1%)
  • Argentina: 1.064.820 (15,1%)
  • Colombia: 993.997 (12,95)
  • Perú: 864.837 (14,9%)
  • Venezuela: 716.988 (15,4%)
  • Guatemala: 522.652 (13,8%)
  • Ecuador: 508.706 (15,4%)
  • Haití: 450.458 (17,6%)
  • República Dominicana: 323.257 (16,8%)

Unicef aclara que las cifras se basan en trastornos como depresión, ansiedad, trastorno bipolar, alimentación, espectro autista, conducta, esquizofrenia, discapacidad intelectual idiopática, déficit de atención/hiperactividad (TDAH) y un grupo de trastornos de la personalidad. También señala que los cálculos de la Organización Mundial de la Salud publicada en Estimaciones Mundiales de la Salud 2019.

Además, el informe revisó la incidencia del suicidio en los NNA. Encontró que es la tercera causa de muerte entre los adolescentes entre 15 a 19 años de edad en Latinoamérica, lo que significa que más de 10 adolescentes pierden la vida cada día por suicidio en América Latina y el Caribe.

El costo de los trastornos mentales en América Latina y el Caribe

30.600 millones de dólares americanos. Esta cifra es la pérdida anual de capital humano que se deriva de los trastornos mentales, sobre la base de los valores específicos de cada país para los años de vida ajustados en función de la discapacidad (AVAD). La estimación se basa en el valor del capital mental perdido –o los recursos cognitivos y emocionales– que los niños y niñas y los jóvenes aportarían a las economías si no se vieran frustrados por los trastornos de salud mental.

David McDaid y Sara Evans- Lacko, del Departamento de Política Sanitaria de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, empezaron con estimaciones de la carga de enfermedad atribuible a la salud mental expresada en AVAD. Un AVAD representa un año perdido de vida sana a causa de una discapacidad o una muerte prematura.

Después, los investigadores asignaron un valor monetario a cada año vivido sin discapacidad sobre la base de la contribución media de cada persona a la economía. Un AVAD, por tanto, es el equivalente al producto interno bruto (PIB) per cápita de un país expresado en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA). Esta formulación permite hacer comparaciones a escala mundial.

Puedes leer el informe completo aquí.

Puedes consultar material para NNA y jóvenes aquí.

Cecodap

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