Los jóvenes que cursan educación media y están por ingresar a la superior son los más afectados por la depauperación de la educación y el colapso de los servicios básicos, que este año generó la suspensión de clases y la reprogramación del calendario escolar.
Caracas. Las dificultades de adaptación a la vida universitaria se agudizarán en los bachilleres que se graduaron sin alcanzar las competencias mínimas. Para expertos e investigadores del área académica, la calidad de la educación venezolana enfrentó este año una crisis sin precedentes, que pone de relieve las fallas de los programas de formación que afectan a los estudiantes próximos a cursar estudios superiores.
Olga Ramos, investigadora del Observatorio Educativo Venezolano, explicó que el período escolar 2018-2019 estuvo caracterizado por la nula consolidación de los nuevos aprendizajes en las materias básicas como Física, Matemática y Lenguaje. Los apagones, la falta de agua, el hambre, la crisis del transporte y la ausencia de alumnos fueron los factores que más mermaron la productividad académica.
La deficiencia en el rendimiento escolar —según Ramos— se refleja en niños y jóvenes que no desarrollan las aptitudes necesarias acordes a su edad o grado. El analfabetismo básico se evidencia en las dificultades para leer, analizar y comprender las áreas de conocimiento básico. A eso se le suma el hambre y los conflictos dentro del hogar como elementos configuradores de la emocionalidad de los estudiantes.
Ante esta situación, la especialista sugiere la aplicación de una prueba diagnóstica para detectar las deficiencias en los alumnos a principios del año escolar 2019-2020 que arrancará el 16 de septiembre por decreto presidencial. “Es fundamental saber si los estudiantes poseen o no los conocimientos para cursar el grado al que fueron promovidos porque este año fue una catástrofe en términos educativos y será necesario hacer una nivelación”.
Ramos indica que la frustración y el miedo será palpable en los bachilleres que obtuvieron la certificación sin haber cursado las materias correspondientes al currículo educativo.
Fueron engañados con la entrega de certificaciones ilegales que los promovieron de grado sin alcanzar las competencias mínimas. Es una farsa”, asegura Ramos.
La investigadora atribuye al Ministerio la Educación la responsabilidad por la validación y entrega de los títulos.
Aunque no existe un indicador único para calificar la calidad de la educación, la especialista señala que el proceso de formación atraviesa una emergencia humanitaria compleja, sujeta al colapso de los servicios, la migración de docentes, la desactualización de los contenidos programáticos y la inexistencia de líneas pedagógicas que permitan definir el perfil de los egresados.
Ramos asegura que la aplicación de reformas curriculares como la que se implementó durante la gestión del entonces ministro Elías Jaua en 2016 son propuestas que no han calado en los salones. En aquel entonces, la reforma del pensum que comenzó como una propuesta de “adecuación curricular” a mediados de 2015, modificó el método de enseñanza por asignaturas a un sistema de “áreas de formación” en el que las materias se agruparon en una sola clase en un turno de 44 horas semanales.
“Las transformaciones curriculares fracasan porque no cuentan con un programa de estudios asociado con los que se puedan determinar las competencias por área. Los docentes tampoco esta formados para eso”, aseguró Ramos en relación con el anuncio que hizo Aristóbulo Isturiz a mediados de mayo respecto a una nueva modificación del pensum de estudios.
Según la Federación Venezolana de Maestros, más de 100.000 docentes han abandonado las aulas para irse del país o dedicarse a otra actividad que les genere mayores ingresos. Esa es otra de las realidades que, según Ramos, socava la calidad de la educación y que plantea un nuevo problema: la contratación de personal no calificado para impartir contenido en los salones. “Un joven liceísta de la Chamba Juvenil no tiene ni la preparación pedagógica ni la madurez suficiente para lidiar con alumnos que pueden igualarlo en edad”.
Mariacarla Tineo, una joven de 19 años de edad, explica que su transición a la vida universitaria fue difícil luego de graduarse como bachiller en 2017. Admite que su precaria formación académica le pasa factura. “Es decepcionante entrar en la universidad y darte cuenta de que no tienes las habilidades para comprender algunos temas, opinar y mantener una conversación”.
La joven cursa el tercer trimestre del último módulo que le falta para graduarse como Técnico Superior en Turismo en la Universidad Experimental de la Gran Caracas pero desea obtener la licenciatura, aunque deba esforzarse el doble en Inglés, Matemática, las dos asignaturas en las que arrastra fallas de su educación básica.
En el liceo no tuve una formación completa en idiomas y en otras áreas daban materia vista. Ahora me cuesta mucho rendir y temo reprobar estas asignaturas que veo hasta el final de la carrera”.
Aunque el panorama a futuro en el ámbito educativo no resulta prometedor para los jóvenes que están por ingresar a la universidad, existen nuevas alternativas para compensar las fallas del sistema educativo. Una de las iniciativas más exitosas en ese ámbito es el Mecanismo para el Empoderamiento de Competencias Académicas (Mece), un sistema complementario a la asignación de ingreso a la educación superior que ofrece la Universidad Simón Bolívar desde 2018.
Minaya Villasana, coordinadora del programa Mece, explicó que el proyecto dividido en los tres módulos: Prepárate, Conócete y Ubícate, permite a los bachilleres fortalecer su formación académica para orientarse y descubrir su vocación profesional. “Es un sistema compensatorio autodidacta al que cualquier persona puede ingresar en línea para explorarse y nivelarse”.
Los aspirantes seleccionados que culminan las tres fases pueden optar a un cupo en la USB una vez sean procesados los resultados del diagnóstico. Si sus aptitudes no son idóneas para la oferta académica de la USB, el estudiante puede explorar sus capacidades intelectuales para otras carreras u ocupaciones. De las 3000 que se registran en línea y terminan, participan en el mecanismo solo 1000 en promedio que cuentan con los recursos y la disposición para inscribirse en la universidad.
Aunque el programa comenzó el 1° de agosto, Villasana aseguró que aquellos aspirantes que no lograron ubicarse en el ciclo de las tres fases del Mece serán llamados a participar en una nueva jornada a mediados de septiembre y luego, en diciembre. “Es evidente que la preparación de los muchachos es deficiente. Muchos de ellos son promediados sin haber cursado materias o no tuvieron profesores. En ese sentido nuestro objetivo es empoderar al estudiante”.
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