Una niña le pregunta a su papá: “¿Estás seguro de que no se volverá a ir la luz?”. Él no sabe con certeza qué responderle. Otra camina de la mano de sus papás en una plaza de Caracas. Los interroga, con el ceño fruncido y voz cansada: “¿Qué vamos a comer hoy si nada funciona?”. Los adultos tienen la misma duda. La tarde del jueves 7 de marzo, Venezuela se quedó sin energía eléctrica. Desde entonces, el servicio no se ha restablecido de forma continua. En algunos sectores de Caracas y en otros estados van más de 90 horas seguidas sin un destello. En cada hogar la rutina ha cambiado. Para conseguir comida y agua potable hay que recorrer toda la ciudad, las calles son más inseguras y en los días laborales no hay clases, tampoco trabajo.
El apagón masivo genera desasosiego en todos los miembros de la familia, incluyendo a los niños. “Para ellos es más difícil entender la dimensión de lo que está ocurriendo”, dice la psicóloga clínico Janet Alizo. El psicólogo Abel Saraiba, coordinador del programa Creciendo sin Violencia de Cecodap, advierte que adaptarse a las circunstancias no significa normalizarlas. El contexto se puede convertir en un oportunidad para educar, para buscar respuestas ante lo desconocido, “pero eso no debe confundirse con lo normal o lo deseable”. Ignacio Moreno, especialista en juegos y enfoque sistémico en psicoterapia familiar, recuerda a los padres y cuidadores que “el niño no está esperando grandes racionalizaciones”, pero sí afecto y seguridad.
Estos tres psicólogos especialistas en infancia y familia, los expertos Alizo, Saraiba y Moreno, comparten seis recomendaciones para hablar con los niños sobre los continuos cortes eléctricos y manejar los miedos:
1. Los padres o cuidadores no tienen todas las respuestas: Los niños preguntan, sienten curiosidad, están inquietos. Moreno le recuerda a los padres que no deben tener necesariamente todas las respuestas sobre las fallas eléctricas, “pero sí pueden saciar la necesidad de confianza que su hijo espera de ellos”. La familia debe reconocer que lo que sucede los afecta a todos, pero que no pueden controlar el problema porque escapa de sus manos, dice Saraiba.
2. Compartir sentimientos y miedos: Los padres o cuidadores “podemos reconocer que sentimos miedo, rabia, o frustración, y alentar a que nuestros hijos también reconozcan lo que les sucede”, dice Saraiba. “No podemos pedirle a los niños que aprendan a manejar sus emociones si nosotros mismos no sabemos qué hacer con ellas”.
Moreno añade que “lo primero que busca el niño es seguridad. Comienza a mostrar conductas de apego, quiere afecto y una situación estable que le permita sentir que todo está bien”. Por ello, es valioso dedicarle tiempo al niño, “tener la posibilidad de estar juntos descubriendo el quehacer posible. Con luz o sin luz, eso siempre es una gran recomendación”.
Hay niños que requieren más atención, como aquellos que sufren de miedo a la oscuridad. “El no decirles nada, por nuestros propios miedos, puede generar o incrementar inquietudes innecesarias en ellos. En la consulta de un niño con fobia a la oscuridad se le recomienda a los padres decirle: ‘No te preocupes, estamos aquí cuidándote y acompañándote. No te va a pasar nada, porque estamos a tu lado’. Eso lo tranquiliza”, dice Alizo.
3. Padres y cuidadores no deben descargar sus frustraciones con sus hijos: Reconocer los sentimientos y emociones conduce a los padres a un mejor manejo de las frustraciones. “No deben usar a los niños para descargar sus confusiones”, advierte Moreno. “Les viene bien recordar que también fueron niños asustadizos, y que la inestabilidad también les producía inquietud. Hay que ser empáticos con nuestros hijos”. También recomienda no descalificar los temores de los niños.
4. Explicar qué ocurre: Los niños están atentos a su realidad. Saben que la luz se ha ido en casa, pero también pueden ver que falla en otros lugares. “A pesar de que los adultos estamos inmersos en informaciones poco claras y confiables sobre las dimensiones de lo ocurrido, y sobre todo de sus posibles soluciones, lo más recomendable es explicarle a los niños con palabras muy claras lo que está ocurriendo”, recomienda Alizo. “No decirles nada es contraproducente. Ahí vale el dicho ‘ni decir de más, ni decir de menos’. Hay que decir lo que hay que decir, y sobre todo que sea comprensible para los niños de acuerdo a su edad”.
Alizo sugiere explicarles, por ejemplo, que la electricidad es generada por máquinas muy grandes, “que a veces fallan y que cuando eso ocurre se va la luz”. Es importante aclarar que hay expertos trabajando para solucionar el problema, y si han tardado es porque se trata de un proceso complicado. “Se les puede decir que todos confían en que se resolverá pronto, y mientras tanto van a estar todos juntos en familia”.
Moreno recomienda usar comparaciones creativas para avivar la curiosidad, “por ejemplo, que la electricidad funciona como una gran orquesta”. Advierte que “lo político es un asunto que no le corresponde a los niños”.
Describir las fallas del servicio también incluye aclarar cómo afecta a la cotidianidad. Saraiba recomienda “hacer consciente el riesgo que existe para nuestros alimentos”: consumir lo que puede dañarse primero. Rendir los recursos. “Se debe señalar que la situación puede variar, que no podemos saber ahora cuánto durará, pero que no se encuentran solos”. También explicar que la luz puede ir y volver, por lo que se debe aprovechar el tiempo para equilibrar las necesidades de todos en casa.
5. Estimular a los niños con juegos y diversión: “Para los niños el juego no solo es un derecho, también es una necesidad”, dice Saraiba. Una de las prioridades en casa es estimularlos, incluso cuando cae la noche. Saraiba recomienda juegos de mesa, adivinanzas y mímicas. Moreno sugiere contar o inventar cuentos y rescata las clásicas sombras chinescas, figuras que se pueden proyectar sobre cualquier pared usando las manos y la luz de una vela. También se pueden disponer objetos en algunas partes de la casa, y jugar a ubicarlos en la noche usando sólo el tacto. Alizo propone jugar cartas, armar rompecabezas, dibujar, y hacer juegos al aire libre si es posible. “Son momentos que pueden ser aprovechados por la familia para acercarse, auto-calmarse y tolerar la espera de la solución definitiva del problema eléctrico”.
Sarabia agrega que también es necesario “permitir espacios para que cada uno pueda alejarse o permanecer solo si lo desea por un momento, o para procesar lo que sucede”.
6. Recordar que vivir sin electricidad no es normal: Es fundamental mantener las rutinas tanto como sea posible. Alizo recalca que el objetivo no es negar la realidad, sino “transformar algo negativo en positivo para la familia y fortalecer sus vínculos”. Moreno concluye que “este es un ejercicio de resiliencia familiar”.
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