Katherine Martínez es una defensora de derechos humanos que dedica sus esfuerzos a atender a los niños internados en el Hospital José Manuel de los Ríos de Caracas, a las mujeres que los cuidan y sus familiares, a través del suministro periódico de insumos médicos donados y la formación en diversos temas
En los decires populares hay un refrán que dice que alguien “nace o se hace” en una profesión específica, pero en el caso de la defensa de derechos humanos es esencial la vocación por el servicio a las personas más vulnerable. Si hay alguien que puede ser reflejo de ello es la directora de la organización Prepara Familia, Katherine Martínez.
La juventud es el momento ideal para definir qué se quiere lograr en la vida y es justamente en esta etapa cuando Martínez se involucró en su primera labor social cuando apenas estudiaba derecho, al ingresar a una clínica jurídica de la Universidad Central de Venezuela que tenía su sede en el sector popular de La Pastora, en Caracas.
Este primer contacto con quienes necesitan acompañamiento se extendió por más de cinco años, en los que su pasión por defender fue creciendo. En 2007 fundó una organización dirigida a apoyar a las mujeres víctimas de violencia de género.
Más tarde, en 2008, se involucró en jornadas de asistencia a las mujeres que cuidan a los niños internados en el Hospital José Manuel de los Ríos en Caracas (mejor conocido como “el JM”), que en su mayoría son madres, abuelas o hermanas de los pequeños.
“Cuando fuimos el primer día, lo que vimos fue tan fuerte que nos movilizamos para conseguir los insumos que faltaban a través de clientes nuestros en el consultorio jurídico donde trabajaba”, recuerda Martínez.
El futuro en peligro
La defensora recuerda que el Hospital JM de los Ríos era un centro de referencia nacional e internacional para la formación, investigación y tratamiento de niños, niñas y jóvenes con casi cualquier tipo de enfermedad. A sus instalaciones llegaban médicos de América Latina y el Caribe para especializarse en los postgrados que ahí se impartían (y aún se mantienen, con mucho esfuerzo).
Las instalaciones son amplias, divididos por especialidad o necesidad, y el personal que ahí labora ha demostrado que frente la adversidad la vocación es esencial, ya que en la actualidad “el Hospital no ha cerrado por la voluntad de los médicos y demás trabajadores”, destaca.
Desde el primer día que Martínez observó las penosas y difíciles condiciones que tenían que pasar los niños y sus familiares para poder ser atendidos, tratados u operados, la defensora dirigió sus esfuerzos en ayudarlos en todo lo que pudiesen sus manos hacer.
“Desde 2008 hacíamos las actividades tradicionales venezolanas e incluso celebramos los cumpleaños de los niños de forma mensual. Empezamos en el piso 5 y luego de varias reestructuraciones nos expandimos para atender a más zonas”, expresa la defensora con voz de satisfacción por saber que, aunque haya sido poco o mucho, la alegría retumbó en los pasillos del hospital.
Martínez logró conformar poco a poco, con colegas abogados y demás voluntarios, un grupo de personas dedicadas a llevar insumos médicos periódicamente a los familiares de los niños, así como a atender a las mujeres que los cuidan.
“Las mujeres son las únicas que están allí con los niños, lamentablemente son la única familia que tienen”, señala.
Por ello, ese grupo que ahora se conforma bajo el nombre de Prepara Familia se ha enfocado en no solo llevar asistencia quincenal en forma de insumos médicos, sino en formar a las madres, acompañarlas en casos que ameriten apoyo legal ante organismos nacionales e internacionales, así como en mantener y promover la cultura y recreación dentro del centro médico.
La adversidad
Ser defensora de derechos humanos en el país donde se sobrevive una crisis de derechos económicos, sociales, culturales y ambientales es un reto, confiesa Martínez, ya que son muchos los obstáculos que se deben superar y cada vez más las personas a quienes tender una mano.
“Es un reto diario, porque ante una emergencia humanitaria compleja como esta vemos cómo se vulnera los derechos fundamentales de los niños y mujeres, que tienen el peso de la crisis porque son quienes los cuidan y el 95% son del interior del país”, explica.
Sin embargo, el vínculo afectivo que se crea con quienes día a día están en el hospital y apoyan como voluntarios en Prepara Familia permite que el peso de la crisis se aligere, que las sonrisas aparezcan en los rostros de los niños y que la tranquilidad de los familiares sea el resultado de un buen trabajo.
Martínez insiste, resiste y persiste en su trabajo, con planes de crecer y apoyar a más personas para no permitir que la situación arruine la vida de los niños, ni el futuro del país.
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